Toda
la vida es ahora:
¿Cómo decirte que se aleja una nube
y que tengo miedo a que me abandones?
¿Cómo pedirte que me tengas presente
allá en el infinito de tus constelaciones?
“El avión
procedente de Nueva York va a efectuar su aterrizaje en la pista
número diez.”
Siete pesadas horas
de viaje, pero al fin está allí. Madrid. Lo había
echado de menos.
Aroa echa un vistazo
rápido a su alrededor. Ve cómo la gente expectante,
maravillada, recoge su equipaje con nerviosismo. Deseosas de bajar
del avión, conocer y disfrutar de sus vacaciones.
Ella, con parsimonia,
observa la portada del libro que mantiene sobre sus rodillas. “No
sonrías que me enamoro”. Se lo prestó Natalia
al marcharse. Tiene que devolvérselo, se recuerda.
-Señores
pasajeros, hemos aterrizado en el aeropuerto de Barajas, Madrid.
Pueden ir saliendo en orden.
Aroa mira a la
azafata que acaba de hablar. Una muchacha joven que parece inexperta
y no deja de sonreírla con entusiasmo. Lentamente, y sin
corresponder a la sonrisa, guarda el libro, se carga su bolso y se
dirige a la salida del avión sin prisa.
Al bajarse, estira
las piernas y, con ellas, el resto del cuerpo. Nunca soportará
los viajes largos.
Con algo de
vacilación decide dirigirse al servicio para rellenar su
botella de agua. No hay nadie. Así mejor. Prefiere estar sola.
Abre el grifo. Controla la cantidad de líquido. Le coloca el
tapón. Se mira al espejo. Se siente guapa. Lo cierto es que lo
es. Y lo sabe, aunque a veces se le olvide. Tiene el pelo castaño
muy largo y el colorcillo que ha cogido le sienta bien. Además,
la ropa nueva le queda perfecta. Únicamente son sus ojeras las
que revelan que no ha tenido un buen viaje. En un segundo, se coloca
sus Ray-Ban, sonríe al espejo y se marcha, satisfecha.
Ha sido un año
lejos de todo. Demasiado tiempo. Demasiados cambios. Su personalidad,
por ejemplo, ha cambiado. A simple vista, Aroa puede parecer borde. En
realidad, ella antes no era así. Antes era distinta. Aroa. Tan
niña. Tan inmadura. Risueña. Feliz. Ahora no.
Últimamente son pocas las personas que pueden ver su preciosa
sonrisa. Simplemente fue el precio a pagar por amar demasiado.
Además, ya tampoco su físico es el mismo. Ha crecido.
Ya no es tan niña. Es cierto. Demasiados cambios, pero, ¿y
en su corazón? ¿También han cambiado allí
las cosas?...
En un momento, se impacienta al pensar en la cara que pondrán sus amigas cuando la vean aparecer. No
pretendía venir, pero ha convencido a sus padres para pasar el
verano en Madrid.
Bip. Bip. Un mensaje.
¿Quién podría ser? ¿Sus padres? Estarían
durmiendo. En Nueva York son las tres de la mañana.
Impaciente, saca su smartphone del bolsillo y lo revisa. Abre el
sobrecito.
“Estás
realmente preciosa. Me gustaría abrazarte ahora mismo. Te echo
de menos.”
Aroa no sabe cómo
reaccionar. El corazón le late demasiado rápido. Conoce
esa sensación. Evita pensar en ello.
En teoría,
nadie debería saber que ella estaba allí. Todo debía
de ser una “sorpresa”. Aunque, en realidad, para Aroa sí
que sería una “sorpresa”.
Bua, bua... :O asi me he quedado ! Me encanta... Es una pasada, guapisima. Encima se llama como yo, asique... Jejejeje soy aroa. la de la tarde del retiro :*
ResponderEliminarMe alegra muchísimo que te haya gustado jajaja la verdad es que Aroa es un nombre que me encanta *-* Muchos besos preciosa y muchas gracias =)
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