29.5.13

Capítulo 2. Latidos olvidados.



Me he quedado sin pulso y sin aliento
No es que sienta tu ausencia el sentimiento.
Es que la siente el cuerpo. 
No te miro.
No te puedo tocar por más que estiro los brazos como un ciego contra el viento.

Muy cerca de allí, mientras tanto:
Vero acaba de enviar el mensaje.
-¿Qué le has escrito?- curiosea Natalia.
-Que está preciosa y la echo de menos.
-¿Para qué lo has hecho? La vas ver ahora mismo.-Lucía, distraída, mira hacia la puerta.
-Mi móvil es nuevo. Ella aún no tiene el número.-Aclara Vero, jugueteando con la funda.
-Se va a asustar.-Suelta Natalia distraída.
-Un pequeño susto.-Ríe Vero divertida por el juego.
Agolpadas en la puerta de llegadas del aeropuerto están las tres: Natalia, Lucía y Verónica. Esperan a Aroa, su mejor amiga. Ellas son así. Siempre unidas.
Primero está Vero. Tiene un físico imponente. Es directa y espontánea. Muy sincera. La palabra timidez no entra en su diccionario. Para ella el amor es una estupidez y cree que sólo los tontos se enamoran.
Lucía. Mágica y encantadora. Enamorada del amor, es el mayor apoyo para las tres. Hace lo imposible por ayudar a la gente. Sabe escuchar, es paciente y tranquila. Cree en el amor verdadero y odia a las personas mentirosas.
Después está Natalia. Es guapa, pero lo ignora. Fuerte y valiente, no tiene miedo de nada. Actúa siempre con seguridad y no le importa lo que piensen de ella. Sin embargo, antes ella no era así. ¿Será simplemente una coraza bien construida?
-¿La ves? –Pregunta Vero.
-Mírala. Allí está. Se ha alejado, supongo que irá a por la maleta.-Informa Natalia, que está en primera fila.
-Ya viene, ya viene.
-¿Nos escondemos?
-No. ¡A por ella!
En cuanto Aroa aparece por la puerta, las tres chicas la abrazan con fuerza, empujándola y haciéndola perder el equilibrio casi por completo.
-¡Me vais a tirar!-Exclama Aroa, recomponiéndose, sorprendida.
-Nosotras también te queremos.-Responde Vero por las tres.
Las chicas se apartan de Aroa, quien, con una inmensa sonrisa, no deja de mirarlas asombrada.
-¿Qué hacéis aquí vosotras?
Vero y Natalia ponen caras inocentes y miran a Lucía, quien con una amplia sonrisa, termina confesándolo todo.
Al final resultó ser la madre de Aroa quien llamó a Lucía para avisarle de que iba a llegar a esa hora a Madrid. Y así, aprovechando, su hijita no estaría sola al aterrizar.

                                                                             

Media hora después, en casa de Lucía:
Natalia y Verónica se han marchado ya. Tenían que hacer cosas y han preferido dejar que Aroa se instale con tranquilidad.
-Te he echado muchísimo de menos.-Aroa abraza a Lucía cariñosamente.
-Y yo pequeña. Aquí todo ha cambiado mucho desde que te fuiste.
¿Qué querrá decirla con eso? Aroa examina a su amiga. Lucía parece más mayor. Su pelo negro está demasiado largo y su cuerpo, más desarrollado. Sin embargo, sus ojos azules, soñadores como siempre, delatan que su físico se ha transformado pero que en su interior nada ha cambiado desde que se marchó. 
Lucía es un encanto. Es una suerte que haya convencido a su madre para que pudiera quedarse en su casa todo el verano. Van a ser unas excelentes vacaciones. Y estando las cuatro juntas, las mejores.
-Ya me pondrás al día de todo, ¿no?
-Por supuesto. Hoy comienza un gran verano.-Lucía le guiña un ojo.
Un silencio agradable. Ambas se dedican a deshacer la maleta de Aroa y a guardar la ropa en su debido lugar.
-Qué susto me he llevado cuando recibí el mensaje de Vero.-Interrumpe Aroa.
-Ya sabes cómo es. Tan graciosa.-Ironiza Lucía.
Otro silencio. Lucía se lo piensa. ¿Es mejor preguntárselo directamente? ¿O espera a que ella se lo cuente? Mira a Aroa con atención. Tararera la canción que escuchan de fondo. Parece feliz. Pero...¿Es realmente así? Finalmente, se llena de valor y decide preguntárselo directamente.
-Y por allí, en Nueva York...¿Algún chico?
La pregunta coge desprevenida a Aroa, que se detiene y la mira. Una sonrisa amarga se dibuja en sus labios. Tarde o temprano, tendría que hablar de ello. Suspira profundamente y desvía la mirada, pensativa.
-Después de lo de Álvaro, pensé que no podría volver a confiar en ningún chico. Ya sabes, él fue mi primer amor. No puedo decir que me haya sido fácil superarlo. Me dolió mucho. Pero me olvidé de él. Punto y final para siempre... -Aroa hace una breve pausa y sonríe, esta vez más convencida.-Maravillosamente le conozco a él. Adrián. Aparece de la nada y poco a poco, se convierte en mi vida. Y me enamoro. Y me demuestra que un corazón herido puede volver a empezar desde el principio y olvidarse de todo lo que le ha dañado...
Esta última frase no la pronuncia tan confiada, pero sonríe a su amiga para demostrar su fortaleza interior.
-¿Y tú, qué?- Aroa intenta quitar hierro al asunto. Lucía se sonroja.
-He visto millones de chicos perfectos este año, pero ninguno parece prestarme atención. Además, ¿y si me voy con uno y resulta que luego aparece otro? -Bromea irónica Lucía.-Aunque a lo mejor es que...
El telefonillo las interrumpe. Contesta Lucía. Sus padres no están.
-Aroa, es mi padre. Dice que tiene en el coche tu maleta pequeña.
-Dile que en seguida bajo.
-Ok.
Aroa abre la puerta y sin pensarlo dos veces, se dirige al ascensor. 
Al llegar a casa de Lucía se ha cambiado y se ha puesto una camiseta ancha de Víctor, el hermano de Lucía, unos pantalones cortos y unas chanclas. No está especialmente guapa, pero sólo va a bajar al portal. 
El ascensor ha llegado ya. Aroa entra y pulsa el botón de la planta baja. Antes de que las puertas puedan cerrarse del todo, una mano se introduce entre ellas y estas, ceden y terminan abriéndose. Aroa no se lo puede creer.
-Aroa. ¿Eres tú?
El muchacho la mira impactado. Al parecer, Aroa decidió olvidar la posibilidad que tenía de encontrarse con él.
Otra vez ese tonto corazón latiendo acelerado. Otra vez ese sentimiento olvidado. Otra vez la profunda mirada de Álvaro encontrándose con la suya. 


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