19.8.13

Capítulo 7. Atraída.


Nostalgia de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca,como un fuego,su respiración.



El Sol ya se cuela en la habitación de Aroa. Es hora de levantarse. Con lentitud, abre los ojos y se estira con pereza. Se incorpora con dificultad y baja a desayunar. Parece estar sola otra vez. Se encuentra debilitada. Llorar no le sienta muy bien, el dolor de cabeza le martillea las sienes y no tiene ganas de nada.
El salón es amplio y bonito, con una gran mesa en el centro. Sobre ella, parece haber un post-it. Es de Lucía. Se ha marchado a la cita con el misterioso chico.
-Buenos días.
Aroa se sobresalta y alza la mirada. Frente a ella, está Víctor, el hermano de Lucía, que le dedica una sonrisa lenta y perezosa. Tiene cara de no haber pegado ojo y el pelo castaño claro revuelto que le cae en la frente de una forma muy sexy.
-Qué susto, joder.
-Perdona, perdona. No quería asustar.-Víctor coloca un cuenco con cereales en la mesa y le dedica una cálida sonrisa. Aroa cierra los ojos y suspira profundamente.
-No pasa nada.
-¿Cómo has dormido? Ten, toma.-Víctor le ofrece su cuenco de cereales e, inmediatamente se levanta a preparar otro. Aroa asiente con la cabeza distraída y sin rechistar se sienta frente a su desayuno. No tiene ganas de discutir. Además, sabe que con él no tiene nada que hacer. Siempre consigue lo que quiere.
-No tienes muy buena cara. ¿Estás bien?-Víctor se apoya con un brazo en la mesa y la mira, interrogante. Aroa agacha la cabeza y remueve los cereales con la cuchara. Tiene la boca pastosa y no tiene nada de hambre. Tampoco tiene ganas de hablar. Ni siquiera con Víctor, a pesar de sentirse muy a gusto con  él.
-Aroa.-Su voz suena increíblemente tierna.-Te estoy hablando.-Víctor la levanta el mentón con extrema dulzura obligándola a mirarle. Su tono de voz la descoloca y sin saber por qué se siente mareada e indefensa. Aroa se encoge de hombros y sin poderlo evitar, el llanto aflora. Las lágrimas ruedan imparables por sus mejillas.-Eh, eh, eh.-Víctor le acaricia la mejilla y ella arde ante el contacto con su piel.-Deja de llorar, por favor.-Víctor le susurra dulcemente mientras le coloca un mechón tras la oreja. La suavidad de la caricia es una sensación que la desarma y la inmoviliza. Aroa gimotea y consigue limpiarse las lágrimas con el dorso de la mano.-Ya está, ¿vale? Cuéntame qué te pasa.
-Es mi novio.-Aroa aparta la mirada con tristeza.
-Ya veo. Te diré una cosa y sé que me dirás que suena fácil decirlo. Pero es mejor no sufrir por capullos que no te merecen. Luego te darás cuenta de que has perdido el tiempo y ya no podrás hacer nada. Porque será demasiado tarde.
Aroa levanta la mirada. Víctor le dedica una lenta y sensual sonrisa de medio lado. Ella siente que se sonroja. No le gusta que nadie la vea llorar. Se siente indefensa. Pero con él se siente muy a gusto.
-Víctor, ¿cómo sabías que me pasaba algo?
-Aroa, con un gracias hubiera sido suficiente.-Inspira profundamente y parpadea un par de veces. Se da por vencido.-Anoche te escuché llorar.
Aroa se siente estúpida y baja la cabeza, avergonzada.
-Siento si te he molestado preguntando.-Los ojos castaños de Víctor brillan de culpabilidad.
-No, no. Tranquilo.-Aroa le mira y sus labios dibujan una débil y tímida sonrisa.-Lo cierto es que me gusta que te preocupes por mí. Muchas gracias.
-Lo cierto es que no me gusta ver que estás mal.-Víctor suspira profundamente y susurra para sí.-Creo que ya me he cansado de eso...
-Víctor. -Aroa susurra débilmente.-No tengo mucha hambre.
-Tranquila, ya casi vamos a comer. Es tarde. Lo guardaremos, ¿vale?-Víctor se levanta, guarda el cuenco en la nevera y agarra la mano de Aroa.-Ven conmigo.
Y suben las escaleras como locos, rumbo a una sorpresa terriblemente deliciosa.


Lucía está en el autobús. Se repasa en el espejo que lleva en el bolso. Su pelo negro le cae ondulado sobre el pecho y sus grandes ojos azules brillan de sorpresa. Está realmente guapa. Se ha puesto una blusa salmón y unos shorts blancos de talle alto. Se encuentra muy nerviosa. ¿Y si no aparece? ¿Y si todo es una broma y sólo quería reírse de ella? No, no. Ahora no, Lucía. Tienes que ser fuerte. Y valiente. Sólo sabrás qué pasa si vas. Ahora no puedes arrepentirte. Mira su reloj. Llega tarde. Mejor. Así sabrá si era todo un farol.
Aunque ni siquiera sabe por qué está allí, ha decidido darle una oportunidad. Ella no es así. Demasiado romántica para las historias de dos días. Es un privilegio que sólo le ha otorgado a él. A un chico desconocido que le ha dejado una profunda huella, y que, por su culpa, no ha podido pegar ojo en toda la noche pensando en sus palabras. ¿Se estaría enamorando? Lucía sacude la cabeza, sonriente.
Se baja del autobús. Levanta la mirada. Ahí está. Apoyado contra la pared frente a la parada del autobús.
Viste una camiseta roja bien ajustada que se ciñe a sus brazos y unos vaqueros. Es guapo y tiene buen cuerpo. De eso no tiene ninguna duda. Lucía siente un hormigueo en su estómago y Titubea. Aún está a tiempo de marcharse. Demasiado tarde. Aitor ya la está mirando y parece estar inmóvil, boquiabierto. Lucía lucha contra su nerviosismo y decide acercarse lentamente.
-Siento el retraso. –se excusa ella, dulcemente.
Él, sin contestarla, la mira de arriba abajo sin disimulo. Deteniéndose en cada parte de su cuerpo. En sus divertidos y gordezuelos dedos de los pies que asoman con timidez por las sandalias, en sus piernas bien formadas, en su sensual blusa y en su atractivo rostro. Aitor la dedica una sonrisa enloquecedora que hace que Lucía se derrita.
-¿Se puede saber qué haces? –pregunta Lucía, demasiado nerviosa y acalorada. Siente que sus mejillas arden y sus pulsaciones no son normales.
-Pensar. –contesta esta vez Aitor al instante, mirándola con expresión ardiente.
-¿En qué?
-En que realmente es cierto que lo bueno se hace esperar.
Otra vez ese estúpido hormigueo que la recorre por dentro , esa violenta sonrisa de él y esos peligrosos ojos miel que cada vez que la miran hace que su corazón se vuelva loco. Aitor la atrae de pronto con extrema suavidad y la besa dulcemente en ambas mejillas sosteniéndola con firmeza por su cintura.
-Sinceramente, pensé que no ibas a venir. Ha sido todo una locura.-Su voz suena cálida y agradecida.
Por un momento han estado tan cerca, rozándose la piel, con sus labios acariciando sus mejillas, que Lucía se ha quedado sin palabras por unos segundos, hasta que reacciona y consigue pronunciar unas palabras con torpeza.
-Pues aquí estoy. Y sí, la verdad. Una auténtica locura.
Y tras dedicarle una preciosa sonrisa, llega la pregunta.
-¿Cómo te llamas?
Ella sonríe sin miedo delante de él y le contesta. Le hace gracia aquel chico.
Y en un instante, Lucía se ha dado cuenta de que siente hacia él una frenética atracción que no va a olvidar tan fácilmente Porque puede que este chico que apareció de repente en su vida, sin pedir permiso pero sin hacer ruido y sin estorbar, juegue un papel muy importante en ella.

 

Vero se siente más que cansada. El inglés es agotador. Por suerte, ya está casi en la parada. Cambia de canción. En ese segundo que se distrae, se choca con alguien. Ya va a quitarse un auricular y empezar a formar un escándalo cuando su mirada tropieza. Otra vez con aquella mirada oscura y ardiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuéntame infinitos♥