Nostalgia de escuchar su risa loca y sentir junto a mi
boca,como un fuego,su respiración.
El
Sol ya se cuela en la habitación de Aroa. Es hora de levantarse. Con lentitud,
abre los ojos y se estira con pereza. Se incorpora con dificultad y baja a
desayunar. Parece estar sola otra vez. Se encuentra debilitada. Llorar no le
sienta muy bien, el dolor de cabeza le martillea las sienes y no tiene ganas de
nada.
El
salón es amplio y bonito, con una gran mesa en el centro. Sobre ella, parece
haber un post-it. Es de Lucía. Se ha marchado a la cita con el misterioso
chico.
-Buenos
días.
Aroa
se sobresalta y alza la mirada. Frente a ella, está Víctor, el hermano de
Lucía, que le dedica una sonrisa lenta y perezosa. Tiene cara de no haber
pegado ojo y el pelo castaño claro revuelto que le cae en la frente de una
forma muy sexy.
-Qué
susto, joder.
-Perdona,
perdona. No quería asustar.-Víctor coloca un cuenco con cereales en la mesa y
le dedica una cálida sonrisa. Aroa cierra los ojos y suspira profundamente.
-No
pasa nada.
-¿Cómo
has dormido? Ten, toma.-Víctor le ofrece su cuenco de cereales e,
inmediatamente se levanta a preparar otro. Aroa asiente con la cabeza distraída
y sin rechistar se sienta frente a su desayuno. No tiene ganas de discutir.
Además, sabe que con él no tiene nada que hacer. Siempre consigue lo que
quiere.
-No
tienes muy buena cara. ¿Estás bien?-Víctor se apoya con un brazo en la mesa y
la mira, interrogante. Aroa agacha la cabeza y remueve los cereales con la
cuchara. Tiene la boca pastosa y no tiene nada de hambre. Tampoco tiene ganas
de hablar. Ni siquiera con Víctor, a pesar de sentirse muy a gusto con él.
-Aroa.-Su
voz suena increíblemente tierna.-Te estoy hablando.-Víctor la levanta el mentón
con extrema dulzura obligándola a mirarle. Su tono de voz la descoloca y sin
saber por qué se siente mareada e indefensa. Aroa se encoge de hombros y sin
poderlo evitar, el llanto aflora. Las lágrimas ruedan imparables por sus
mejillas.-Eh, eh, eh.-Víctor le acaricia la mejilla y ella arde ante el
contacto con su piel.-Deja de llorar, por favor.-Víctor le susurra dulcemente
mientras le coloca un mechón tras la oreja. La suavidad de la caricia es una
sensación que la desarma y la inmoviliza. Aroa gimotea y consigue limpiarse las
lágrimas con el dorso de la mano.-Ya está, ¿vale? Cuéntame qué te pasa.
-Es
mi novio.-Aroa aparta la mirada con tristeza.
-Ya
veo. Te diré una cosa y sé que me dirás que suena fácil decirlo. Pero es mejor
no sufrir por capullos que no te merecen. Luego te darás cuenta de que has
perdido el tiempo y ya no podrás hacer nada. Porque será demasiado tarde.
Aroa
levanta la mirada. Víctor le dedica una lenta y sensual sonrisa de medio lado.
Ella siente que se sonroja. No le gusta que nadie la vea llorar. Se siente
indefensa. Pero con él se siente muy a gusto.
-Víctor,
¿cómo sabías que me pasaba algo?
-Aroa,
con un gracias hubiera sido suficiente.-Inspira profundamente y parpadea un par
de veces. Se da por vencido.-Anoche te escuché llorar.
Aroa
se siente estúpida y baja la cabeza, avergonzada.
-Siento
si te he molestado preguntando.-Los ojos castaños de Víctor brillan de
culpabilidad.
-No,
no. Tranquilo.-Aroa le mira y sus labios dibujan una débil y tímida sonrisa.-Lo
cierto es que me gusta que te preocupes por mí. Muchas gracias.
-Lo
cierto es que no me gusta ver que estás mal.-Víctor suspira profundamente y
susurra para sí.-Creo que ya me he cansado de eso...
-Víctor. -Aroa susurra débilmente.-No tengo mucha hambre.
-Tranquila,
ya casi vamos a comer. Es tarde. Lo guardaremos, ¿vale?-Víctor se levanta, guarda
el cuenco en la nevera y agarra la mano de Aroa.-Ven conmigo.
Y
suben las escaleras como locos, rumbo a una sorpresa terriblemente deliciosa.
♥♥♥
Lucía
está en el autobús. Se repasa en el espejo que lleva en el bolso. Su pelo negro
le cae ondulado sobre el pecho y sus grandes ojos azules brillan de sorpresa.
Está realmente guapa. Se ha puesto una blusa salmón y unos shorts blancos de
talle alto. Se encuentra muy nerviosa. ¿Y si no aparece? ¿Y si todo es una
broma y sólo quería reírse de ella? No, no. Ahora no, Lucía. Tienes que ser
fuerte. Y valiente. Sólo sabrás qué pasa si vas. Ahora no puedes arrepentirte.
Mira su reloj. Llega tarde. Mejor. Así sabrá si era todo un farol.
Aunque
ni siquiera sabe por qué está allí, ha decidido darle una oportunidad. Ella no
es así. Demasiado romántica para las historias de dos días. Es un privilegio
que sólo le ha otorgado a él. A un chico desconocido que le ha dejado una
profunda huella, y que, por su culpa, no ha podido pegar ojo en toda la noche
pensando en sus palabras. ¿Se estaría enamorando? Lucía sacude la cabeza,
sonriente.
Se
baja del autobús. Levanta la mirada. Ahí está. Apoyado contra la pared frente a
la parada del autobús.
Viste
una camiseta roja bien ajustada que se ciñe a sus brazos y unos vaqueros. Es
guapo y tiene buen cuerpo. De eso no tiene ninguna duda. Lucía siente un
hormigueo en su estómago y Titubea. Aún está a tiempo de marcharse. Demasiado
tarde. Aitor ya la está mirando y parece estar inmóvil, boquiabierto. Lucía
lucha contra su nerviosismo y decide acercarse lentamente.
-Siento
el retraso. –se excusa ella, dulcemente.
Él,
sin contestarla, la mira de arriba abajo sin disimulo. Deteniéndose en cada
parte de su cuerpo. En sus divertidos y gordezuelos dedos de los pies que
asoman con timidez por las sandalias, en sus piernas bien formadas, en su
sensual blusa y en su atractivo rostro. Aitor la dedica una sonrisa
enloquecedora que hace que Lucía se derrita.
-¿Se
puede saber qué haces? –pregunta Lucía, demasiado nerviosa y acalorada. Siente
que sus mejillas arden y sus pulsaciones no son normales.
-Pensar.
–contesta esta vez Aitor al instante, mirándola con expresión ardiente.
-¿En
qué?
-En
que realmente es cierto que lo bueno se hace esperar.
Otra
vez ese estúpido hormigueo que la recorre por dentro , esa violenta sonrisa de
él y esos peligrosos ojos miel que cada vez que la miran hace que su corazón se
vuelva loco. Aitor la atrae de pronto con extrema suavidad y la besa dulcemente
en ambas mejillas sosteniéndola con firmeza por su cintura.
-Sinceramente,
pensé que no ibas a venir. Ha sido todo una locura.-Su voz suena cálida y
agradecida.
Por
un momento han estado tan cerca, rozándose la piel, con sus labios acariciando
sus mejillas, que Lucía se ha quedado sin palabras por unos segundos, hasta que
reacciona y consigue pronunciar unas palabras con torpeza.
-Pues
aquí estoy. Y sí, la verdad. Una auténtica locura.
Y
tras dedicarle una preciosa sonrisa, llega la pregunta.
-¿Cómo
te llamas?
Ella
sonríe sin miedo delante de él y le contesta. Le hace gracia aquel chico.
Y
en un instante, Lucía se ha dado cuenta de que siente hacia él una frenética
atracción que no va a olvidar tan fácilmente Porque puede que este chico que
apareció de repente en su vida, sin pedir permiso pero sin hacer ruido y sin
estorbar, juegue un papel muy importante en ella.
♥♥♥
Vero
se siente más que cansada. El inglés es agotador. Por suerte, ya está casi en
la parada. Cambia de canción. En ese segundo que se distrae, se choca con
alguien. Ya va a quitarse un auricular y empezar a formar un escándalo cuando
su mirada tropieza. Otra vez con aquella mirada oscura y ardiente.
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