11.11.13

Capítulo 19. Dejando atrás las lágrimas

<<Capítulo 18. Desaparecidos

Buenas a tod@s, peques. Aquí estoy otra vez disculpándome por no haber puesto un relato el sábado. 
Un día de esta semana tendréis algo, lo prometo. No me enrollo más. Aquí tenéis capítulo de hoy y espero que lo disfrutéis, porque esta historia está llegando ya a su fin. Besos infinitos 


A las ocho sale su avión. Ahora son las cinco y la única persona que ha entrado por la puerta ha sido Mateo, el padre de Víctor y Lucía. Aroa está sentada en el sofá. No deja de mover la pierna con nerviosismo y mirar constantemente la hora. Dentro de poco saldrán rumbo al aeropuerto y no volverá. Nunca. Suspira profundamente y se tapa la cara con las manos. No comprende dónde se ha podido meter Víctor y su impaciencia le recorre frenética las venas, haciendo que su corazón le lata en las sienes.
-Aroa, cielo, vamos a ir saliendo ya.-Carol le sonríe, pero esta vez nada logra tranquilizarla.
Sin tener consciencia de sus actos, asiente y se dirige a su habitación para coger su equipaje. Mira su dormitorio. La última vez que estará allí. La última vez que ha amanecido en esa cama azul pálido. Se estremece. Al menos espera que ayer no fuera el último beso que le dio a Víctor.


En veinte minutos están el el coche. El Mercedes blanco avanza tranquilo por la ciudad. Aroa mira por la ventana buscando algo, alguien. Tal vez espera encontrar la mirada de Víctor... Traga saliva. En ese momento, hasta el débil hilo musical procedente de la radio del coche acelera sus latidos y su nerviosismo. Le va a dar algo.
El trayecto se hace más rápido de lo normal. Aroa no ha abierto la boca y únicamente se ha dedicado a contestar con movimientos leves de cabeza a lo que los padres de Víctor le preguntaban. Ya está en el aeropuerto. Apenas hay gente.
-¿Y Lucía?-Mateo frunce el entrecejo y mira a Aroa.
-Ella tendría que estar por aquí.-La preocupación es más que visible en el rostro de Aroa, que parece tornarse pálido. Mateo parece darse cuenta y sonríe levemente. Ella casi nunca lo ha visto sonreír.
-Tranquila, Aroa. Todo va a salir bien.-Suena tan cálido que Aroa se replantea creerle.
-Voy a buscarla. En seguida vuelvo.
Aroa se aleja de ellos. Necesita respirar. No quiere portarse mal con ellos, no se lo merecen. Coge aire y suspira profundamente. Se recorre el aeropuerto a paso ligero, fijándose en la gente. Necesita encontrarlos. De pronto, unas manos la sacuden por la espalda.
-¡Bu!-Lucía sonríe, pero Aroa se lleva una mano al pecho, donde su corazón late enloquecido.
-Joder, me has asustado, burra.
-Lo siento.-Lucía pone cara de niña buena y Aroa la abraza con algo de ansiedad. Necesita sentirse entre los brazos de alguien. Necesita seguir creyendo en que todo va a salir bien. Lucía se sorprende ante el gesto de Aroa, pero la envuelve entre sus brazos hundiendo su mano en su cabeza, masajeándola con movimientos calmados. Aroa siente más que ve la sonrisa de Lucía en su cuello. Las lágrimas comienzan a empujarse en los ojos de Aroa. Intenta evitarlas pero una a una empiezan a resbalar por sus mejillas, hasta caer en la camiseta de Lucía y mojarla. Lucía siente las lágrimas y la estrecha aún más en sus brazos.
-¿Todo va a salir bien?-Lucía sonríe con dulzura. Y por un momento, lo entiende. Entiende que es posible que ella haya sido la única en verla de aquella manera, la única persona que la haya visto desmoronarse hasta el punto de no controlarse. Es su mejor amiga. Y no quiere perderla nunca.
-Todo. Ya verás lo feliz que vas a ser, princesa.-Lucía incrementa el ritmo de las caricias y Aroa se calma. Ella no miente. Sabe que tras lo sucedido, merece ser feliz. Y sabe que va a lograrlo. Lucía le aparta la cara con extrema delicadeza y la mira a los ojos. Parecen estar más calmados, más vivos. Lucía sonríe y Aroa le devuelve una diminuta mueca que no puede considerarse sonrisa.
-Ven, vamos a esperar a Vero.-Lucía toma la mano de Aroa y la arrastra hasta una entrada.
A los minutos, por la calle aparece Vero. No tiene buen aspecto. Está pálida y ojeriza, viste un pantalón de chándal y su pelo enmarañado carece de vida. Aroa y ella se funden en un abrazo. Pero Vero no llora. Parece no tener sentimientos, sus ojos parecen cristales destrozados. Su interior está lleno de arañazos invisibles y sus labios se han convertido en una fina línea inexpresiva.
-Lo siento.-Aroa es lo único que puede susurrar, su aspecto le impone. Jamás la había visto así.
Vero parece negar con la cabeza de manera imperceptible.
-No pasa nada.-Su voz rota y cansada desarma a Aroa, que cada vez tiene más ganas de pegarle una bofetada al tal Marcos.
-Qué pena que te vayas ahora, Aroa. Podríamos haber estado las tres juntas pasándolo genial y olvidando cosas innecesarias.-Lucía guiña un ojo y gira sobre sus talones.-Vamos con mis padres, anda.


Son las seis y media. Aroa debe embarcar ya. La cabeza le martillea constantemente y siente su pulso retumbando en sus oídos. Víctor no ha aparecido. Nadie sabe dónde ha podido meterse, aunque ella es la única que realmente está preocupada. Necesita verlo. Decirle que lo quiere, que se alegra de haberse dado cuenta de tantas cosas, que ese verano ha sido especial y que no quiere dejarlo marchar. Tenía que haberle preguntado si su promesa era cierta, si él se marchará a Nueva York como dijo, si no la olvidará, si lo suyo no fue simplemente un rollo pasajero. Una lágrima se desliza inocente por su mejilla. Ella se la limpia en un suspiro. Debió suponer antes que las promesas no existen.
-Aroa, cariño.-Carol habla, pero ella ya está refugiada entre sus esbeltos brazos. La mujer sonríe.
-Aunque no me las quieras aceptar, seguiré dándote las gracias.-La voz de Aroa suena ronca por culpa de las lágrimas que está guardándose.
Carol sonríe con una mueca melancólica mientras Aroa se abraza con Mateo.
-Vamos a echarte de menos.
-Y yo a vosotros, Mateo.-Aroa le mira a sus ojos castaños y sonríe.-Ya me dirás si el Real Madrid gana algo este año.
Mateo suelta una carcajada sincera.
-Te mantendré informada.
Aroa mira a Lucía y Vero. Una tan feliz y la otra tan falta de vida. Le hubiese gustado verlas felices a ambas. Se acerca a ellas y las da un fuerte abrazo a la vez.
-No os imagináis lo mucho que voy a extrañaros.
-Y nosotras.
Aroa se separa y se acerca a Vero. Le sujeta la cabeza con las manos y le obliga a mirarla. Ambas lloran un poco, emocionadas.
-Sé feliz, pequeña. Nunca dejes que nadie te corte las alas. Sonará estúpido o cursi, o lo que tú quieras, y aunque yo no soy la más indicada para decírtelo, te pido que nunca cambies. Y no dejes que nadie lo haga. Sé tú para siempre, hasta el fin del mundo. Recuerda que nadie vale tanto como tú y que nadie puede hacerte llorar. Espero verte sonreír pronto, porque voy a estar llamándote por Skype hasta que consiga que te duelan los labios de tanto reírte.-En la pálida boca de Vero se dibuja una pequeña sonrisa y Aroa la abraza, estrechándola contra a ella con todas sus fuerzas.
-Espero volver a verte, amiga.-Vero susurra débilmente, lo que las lágrimas le permiten. Aroa la escucha.-Gracias por todo.
-Nosotras siempre estaremos juntas y tú lo sabes. Nunca dejes de ser la Vero descarada que todas queremos ver brillar.-Aroa le estampa un beso en la mejilla y esta vez, Vero llora como nunca.
Aroa se acerca a Lucía y le da un gran abrazo.
-Y tú cuídate mucho, no me olvides y sé feliz mucho tiempo, por favor.-Lucía sonríe entre las lágrimas rebeldes que resbalan por sus mejillas.
-Eres tú la que tiene que disfrutar de la vida y no olvidarme. Cómete el mundo, Aroa. Y sí, puedo asegurarte que todo va a salir bien.
Sus sonrisas se reflejan la una en la otra, iluminadas y rodeadas de lágrimas.
-Adiós a todos. Os quiero.
-Y nosotros a ti.-Responden casi al unísono.
En cuestión de segundos Aroa comienza a alejarse con una triste sonrisa llena de lágrimas. Levanta la mano y comienza a sacudirla al aire. Los cuatro le responden con la mano alzada. 
Comienza a alejarse de todo. Deja atrás a la pequeña Lucía, más madura y mayor. Deja atrás a la despampanante Vero, en la que también parece dejar su huella el amor. Deja atrás a Víctor con su corazón, dondequiera que se haya metido. Y deja atrás Madrid, con todo lo que ha vivido en él.
Aroa suspira y se aleja, dejando atrás una promesa que quizá se haya roto antes de ser sellada.

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