Fuimos lo que fuimos
Porque puesto a confesarte, aún le tengo miedo a tenerte delante.
Porque en cuanto me descuido, me atropella algún recuerdo en el pasillo.
Porque no puedo negarte, que te quise sin querer y más que a nadie.
Porque mi doctor previno, que para este corazón estás prohibido.
Porque puesto a confesarte, aún le tengo miedo a tenerte delante.
Porque en cuanto me descuido, me atropella algún recuerdo en el pasillo.
Porque no puedo negarte, que te quise sin querer y más que a nadie.
Porque mi doctor previno, que para este corazón estás prohibido.
Cuatro
de la tarde.
¿Y
ese beso? ¿A qué vino? Aroa está tirada en la
cama de Lucía revisando distraída su twitter desde el
portátil de su amiga. En realidad, no hace más que
darle vueltas a lo que sucedió en el ascensor con Álvaro.
Y en su mente se repite la dichosa escena una y otra vez. Y ese
estúpido y violento palpitar. Y recuerda ese beso robado a
traición otra vez. Y se estremece.
Realmente
está enfadada con él. No tenía que haberla
besado, a ella no le dejó tiempo a reaccionar. Tampoco hacía
falta que complicara las cosas. El pasado no se debía revolver
ya...Menos mal que en cuanto pudo se alejó rápidamente
de él dejándole ahí tirado. Y entonces Álvaro
se quedó mirando al suelo y no se atrevió a retenerla
de nuevo.
El
caso es que ya pasó y Aroa sigue como una estúpida
recordándolo una y otra vez como si hubiera sido su primer
beso. Pero piensa en su novio y se siente culpable. Es cierto que le
echa de menos y no quiere hacerle daño. Después de todo
lo que le ha ayudado, no podía ahora dejarle tirado sin más
por ser una estúpida. Le quiere. Y por el bien de su relación,
lo mejor sería olvidarse de todo lo sucedido y no darle más
importancia. Al fin y al cabo, ella no quería besarle, ¿no?...
-¡Aroa!
El
grito de Lucía la saca de sus pensamientos.
-¿Qué
pasa?
-Es
la tercera vez que te llamo. Estás en las nubes.
Si
ella supiera, piensa Aroa. Y se siente culpable una vez más
por pensar tanto en lo sucedido.
-Perdona.
Estoy en mi mundo.-Suelta una risita.-¿Qué querías?
-He
quedado con una amiga para jugar al tenis. ¿Te vienes?
-Pff.
Paso. Con el calor que hace, mejor me quedo aquí y me voy
adaptando a esto. Ya sabes.
-Como
quieras.-Lucía sonríe ampliamente.-Por cierto, esta
noche hemos quedado con las chicas donde siempre. Para celebrar tu
vuelta.
-Perfecto.
Se
abrazan fuerte y se despiden con un beso en la mejilla.
Un
minuto después, Aroa ya está sola. ¿Qué
hacer ahora? Se pone música en su móvil y sube el
volumen. Snow Patrol inunda ya la habitación. Ordena las
últimas cosas que le quedan y guarda ropa. Finalmente, se deja
caer en una silla, harta de pensar y culparse por lo sucedido. De
repente, se le ocurre una idea.Ya sabe qué hacer para dejar de
pensar.
Se
pone sus Vans y, de un salto, ya está en la calle. Camina a
paso ligero hasta llegar allí. Una chocolatería. Su
tienda favorita en Madrid. Entra y saluda con ganas. Elige una
tableta de chocolate con almendras y se la entrega a la dependienta.
-Vaya.
Así que eres tú.
La
mujer, algo mayor, la escruta con sus pequeños ojos oscuros.
Aroa no comprende nada y la mujer sonríe de forma cálida.
Eso tranquiliza un poco a Aroa, que sigue sin saber qué pasa.
-Ten.
Es para ti.
La
mujer le entrega un sobre que coge del mostrador.
-¿Y
esto?-Aroa le da vueltas en su mano, extrañada.
-No
puedo decir nada.
-Ya...Bueno,
tome. Son dos euros, ¿no?
-Ya
está pagada.
La
mujer vuelve a sonreír. Aroa da las gracias sin saber de qué
va todo y se despide, educada. Rápidamente, abre el sobre. Y
lee, tropezando con cada palabra.
Lo
siento mucho, Aroa. Sé que te ha sentado mal que te
besara.Tampoco sabía lo que hacía. Te he echado
demasiado de menos. No puedes imaginar lo mucho que te quería
y lo mal que lo pasé cuando te fuiste. Al fin y al cabo, eres
mi primer amor.
No
quiero que estés enfadada conmigo. No puedo soportarlo y lo
sabes.Aunque ya no seamos nada, necesito que lo arreglemos. Seamos
amigos. Pero hablemos, por favor.
Esta
noche estaré en el parque que está junto a mi casa. A
las ocho. Espero verte allí. Si no, ya te dejaré
tranquila.
Esta
es la única manera de hacértelo saber. Sabía que
vendrías aquí. Siempre que puedes lo haces.
Firmado:
Un ladrón de besos arrepentido.
PD: Deja que lo adivine...¿chocolate con almendras?
Aroa no sabe donde
meterse. Lee la carta una vez más. Y otra vez. Pone los ojos
en blanco. Mira al horizonte, pensativa.
Y ahora, ¿qué
hacer? Parece que él no estaba dispuesto a olvidar sin más.
Aunque lo mejor sería dejar las cosas claras de una vez.
Y ella sabía
que él la impedía pensar con normalidad, reaccionar y
tomar decisiones. Porque por desgracia, Álvaro siempre había
sido su talón de aquiles. Y por lo que se ve, aún lo
seguía siendo.
♥♥♥
Mientras tanto, en el
polideportivo.
-Va,
venga 56, demuéstrame de lo que eres capaz, te estoy
esperando.
Aitor le mira
desde el banquillo mientras bebe agua. Le observa con superioridad,
casi arrogante. Con calma, se pone su guante que está tirado
en el suelo en la mano derecha y se echa a caminar lentamente hasta
llegar al montículo. No está nervioso, tiene demasiada
práctica y derrocha confianza en sí mismo. Al llegar,
se quita y se vuelve a ajustar la gorra negra de los New York
Yankees.
Mira a Arturo, el muchacho que acaba de gritarle y se encuentra justo delante a unos metros. Lleva un casco azul y, mientras sujeta el bate con ambas manos, le mira fijamente esperando a que lance al mismo tiempo que se balancea suavemente preparado para realizar un swing perfecto. Aitor sonríe irónico al verlo tan desafiante y le dedica una mirada cómplice a Iván, el catcher, que se encuentra justo detrás de Arturo, también preparado para el lanzamiento.
Empieza el juego. Aitor levanta la pierna derecha y, ágilmente, lanza la pelota deslizando su mano izquierda hacia delante. Casi con rabia, la bola realiza una trayectoria perfecta que a Arturo le resulta imposible batear y termina produciendo un sonido seco al impactar con el guante de Iván.
-¡No estaba preparado! –se queja Arturo, rabioso.
-¡Venga ya! Ha sido perfecto. Ni siquiera la has visto pasar. –responde Iván, que se ha levantado y se ha quitado la careta.
-Tú no te metas.–protesta Arturo, quitándose el casco.
-Tú no me ordenas.
Ambos se encaran, pero es Aitor el que rápidamente les separa.
-¡Parad de una vez! No sabéis comportaros. –hace una pausa y mira a su alrededor.- Anda, id recogiendo, que ya es hora de marcharnos.
-No, aún no. Ahora me toca a mí. Esta vez te lanzo yo. -Arturo se apresura a ofrecerle el casco y coge su guante. De una carrera, ya está en el montículo. -Será rápido, te eliminaré enseguida.
-Imposible discutir con él, no aprende. –Susurra Arturo, que se coloca la careta de nuevo y se vuelve a agachar.
Aitor sonríe ampliamente. Este chico es un cabezota, no aprende la lección. Decidido, agarra el bate que hay en el suelo y se coloca en home. Una vez más, se repite la acción, pero esta vez es Arturo el que lanza. En menos de un segundo, la pelota interacciona con el bate de Aitor produciendo un sonido metálico ensordecedor y enviando la pelota fuera del estadio.
-Eso parece un home run. –Sonríe Aitor , mirando a Arturo irónico.- Ya podemos irnos. ¡Ah! Al menos tenías razón en una cosa, ha sido rápido.
♥♥♥
Al
final, el orgulloso de Arturo se ha enfadado y para que no llegara a
más, ha ido él a por la pelota. Aitor ahora mismo no
entiende qué hace escondido detrás de ese árbol.
Es una situación ridícula. Pero no puede dejar de
mirarla. Es realmente preciosa.
Está
jugando al tenis. A la luz del atardecer, se ven sus firmes piernas
bronceadas y su cabello negro danzar alegremente a ambos lados de la
pista. Nunca había visto una chica así. La cara no
alcanza a verla, pero...¡menudo cuerpo tiene!-¿Aitor? ¿Qué haces ahí metido?
El grito de Iván provoca miradas curiosas de las tenistas que salen de la pista en ese mismo momento susurrando cosas y riéndose de él.
-¿Por qué has tenido que gritar? Ahora pensarán que estoy loco. Eres tonto, ¿o qué?
-Tardabas mucho y he venido a buscarte. No te enfades, anda.
-Muchas gracias, pero no iba a perderme, tranquilo.-Añade Aitor malhumorado.
- Reconoce que lo de esconderte detrás de un árbol ha sido enfermizo. Y vaya nochecita me estáis dando entre los dos, uno por infantil y otro por subnormal.
Aitor e Iván dejan la conversación y llegan al vestuario. Prácticamente está vacío.
-Arturo se ha marchado.
-Ya sabes cómo es. Se le pasará.
-No sabe perder.
Aitor se desnuda tranquilamente y se mete bajo el chorro de agua helada. Se relaja por un momento y empieza a enjabonarse. Ni siquiera sabe por qué, pero como un relámpago, ella acude a su mente y se deja llevar por este dulce pensamiento. Ha visto muchas chicas guapas, pero ninguna le había impactado tanto como ella. Tampoco es que crea en el amor ni busque algo serio, pero la cabeza se le inunda de preguntas que resultan ser nuevas para él. ¿Volverá a verla? Nadie sabe. ¿Y si la tuviera delante? ¿Qué le diría? En su imaginación aparecen encuentros accidentales, casuales, provocados. Pero, sin poder evitarlo, en todos aparece ella, la chica del cuerpo perfecto. Y su mente se desvía por un segundo... ¿Cómo besaría? De sólo imaginarlo, Víctor se estremece y vuelve a la realidad. Cierra el grifo tras haberse quitado los restos de champú y sale de la ducha.
No. No puede ser. Es su risa. ¿Se habrá vuelto loco? No. Lo es.¿Cómo olvidarla? Aunque la haya escuchado una sola vez, su risa musical retumba en su cabeza como un suave eco. Apenas le da tiempo a enrollarse la toalla blanca en su cadera y a ponerse las chanclas.
Llámenle loco pero el que no arriesga, no gana, ¿verdad? O, al menos, eso dicen.
Se apresura a salir a toda velocidad del vestuario masculino. Mira hacia un lado y hacia el otro, busca y recorre con la mirada. ¿En qué estaría pensando? Las casualidades sólo existen en las películas y en los libros de amor. Pero antes de que tirara la toalla, del pasillo que conduce al vestuario femenino aparece ella, como si supiera que él la estaría esperando allí en ese momento.
Lucía, su pelo negro recogido en un moño alto algo deshecho y sus soñadores ojos azules. Piel dorada y rostro algo acalorado quizás a causa del agua caliente. Pequeña boca acompañada de un tímido lunar. No sólo tiene buen cuerpo, su cara también le resulta preciosa.
Acompañada de su amiga, una chica rubia algo más alta que ella, se encaminan a abandonar los vestuarios hasta que Aitor se interpone en su camino. Medio mojado, con el pelo empapado y con el torso desnudo ambas le miran de arriba a abajo impresionadas. Lucía no deja de mirar sus brazos musculosos y sus abdominales. Bonita, su sonrisa. Está bueno y es bastante mono, pero disimula su sorpresa. Y sin querer, sus ojos contactan. Y, como dos imanes, vuelven a coincidir. Una y otra vez. Al principio tímidamente, después con descaro. Silencios inocentes que buscan algo más que palabras. Finalmente, su acompañante es la que interviene.
-¿Tú no eres el chico del árbol?
Lucía lo recuerda y suelta una risita nerviosa delante de él. Sonrisa perfecta, o al menos, es lo que él piensa.
-Bueno, ¿qué quieres? Tenemos prisa. –Suelta Lucía con tranquilidad, mirándole directamente a sus ojos miel.
-Una cita contigo.
Siguela!! Me encanta!!!
ResponderEliminarLo haré, muchas gracias :)
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