28.10.13

Capítulo 17. Un poco de esperanza


Aroa se recompone con dificultad. Ha recordado que tiene un mensaje. ¿A qué vendría ahora un mensaje de Álvaro? Agarra el móvil y lo lee con curiosidad. ¿Para qué necesitará hablar con ella? Ya está cansada de todo el mundo. De mentiras y de problemas. Suspira hondo y se desploma nuevamente en la cama. Cierra los ojos con fuerza intentando imaginar que todo eso no ha pasado, que sus vacaciones han ido perfectas y que no va a volver a casa con problemas como la última vez.
-Aroa, tienes visita. Y será mejor que bajes antes de que le rompa la cara otra vez.-La voz de Víctor desgarra el silencio en el que ella estaba sumida. Se pone en pie, sintiendo un ligero mareo y termina de secarse con rapidez las lágrimas que le quedan con el dorso de la mano. Seguro que es Álvaro. Pone los ojos en blanco. Baja las escaleras y Víctor la dedica una mirada mordaz al pasar. Está sentado en la mesa desayunando y su expresión es gélida e impenetrable. Aroa se siente intimidada y traga saliva, algo asustada. Se dirige al recibidor y Álvaro está allí, apoyado en el quicio de la puerta. Tiene la mirada gacha y parece estar sumido en sus pensamientos.
-¿Qué quieres?-Aroa le mira y tuerce la boca en un gesto cortante.
-Hola, Aroa.-Álvaro fija sus ojos azules en ella y prosigue, casi susurrando.-Quiero hablar contigo. Quería disculparme por lo que pasó ayer. De verdad. No sé qué me pasó. Tienes que saber que esa historia del beso con Natalia no era verdad.
-Me lo imaginaba-Aroa le mira y se muerde el labio, intentando mantener la seriedad inicial.
-¿Lo sabías?-Álvaro alza las cejas, sorprendido.
-Sí. Yo no sé qué le pasa últimamente a Natalia, no la reconozco.Me supuse que era una historieta para fastidiar. ¿Qué narices le pasa conmigo?
-Ella y yo lo hemos dejado.-Musita Álvaro desviando la mirada. Aroa le escucha con atención.-Últimamente decía cosas extrañas. No sé qué le pasaba, pero parecía obsesionado contigo. Supongo que se sentía atacada porque pensaba que seguíamos sintiendo algo...
-Qué tontería. Tú le aclaraste que no, ¿verdad?
-Sí, pero no entraba en razón. Ella pensaba hacer lo que fuera para que sufrieras. Así me lo dijo un día. Por eso aparecí ayer. Temía que te pudiera hacer daño.
-Vaya, gracias, eh. Si no llegas a estar tú, no sé qué hubiera sido de mí.-farfulla Aroa poniendo los ojos en blanco, con una mordaz ironía.
-Realmente estoy arrepentido, Aroa. Ya te he dicho que lo siento, pero no sé qué hubiera pasado si le hubiera llevado la contraria allí, delante de ti.-Álvaro le mira fijamente y sus ojos brillan de sinceridad.
-Bueno, ya está. Te perdono, no quiero más problemas contigo.-Aroa mueve ligeramente la mano, dando por zanjado el tema.-Lo nuestro ya es pasado y punto. Espero que Natalia esté bien.-Ella alza las cejas, recordando algo.-Aunque antes de que te vayas, necesito que me respondas a una última pregunta.
-Lo que quieras.
-¿Por qué borraste el mensaje de Víctor?
Álvaro se queda paralizado y no sabe qué decir. Aparta la mirada, buscando las palabras adecuadas.
-Bueno, supongo que ya te lo imaginas. Estaba celoso. Tenía miedo de que me dejaras.
-No te importaba lo que pusiera en ese mensaje. Eras cosas mías. Yo tenía la última palabra.
-Lo sé y también lo siento. No sabía como abordar el tema, supongo que ya habrás hablado con Víctor...-Álvaro inspira profundamente y vuelve a mirarle a los ojos.-Espero que puedas perdonarme por todo.
-Ya te he dicho que sí. Lo que ha pasado entre nosotros es sólo eso...-Aroa suspira hondo y escupe la dichosa palabrita.-Pasado. Adiós, Álvaro.-Aroa empieza a cerrar la puerta para zanjar el tema pero él la interrumpe.
-Espera.-Ella le mira, algo molesta.- Te vas mañana, ¿no? Buen viaje, Aroa. Espero volver a verte.-Álvaro sonríe como un niño pequeño, pero hay una sombra de miedo en sus penetrantes ojos azules.
-Gracias Álvaro.-Aroa le dedica una pequeña sonrisa melancólica y añade.-Pero he decidido que no voy a volver nunca.
♥♥♥

Al cerrar la puerta, se apoya en ella y alza la mirada al techo. Sabe que Víctor ha escuchado toda la conversación. Suspira lentamente, sintiendo como sus pulmones se deshinchan y se prepara para enfrentarse a él. Se decide a caminar, al fin, con paso fingidamente decidido a la cocina. Naturalmente él está allí. Apoyado contra la encimera, le dedica una mirada llena de curiosidad. Aroa siente que sus ojos están recorriéndola entera, pero decide ser fuerte. No debo mirarle, se dice. Si vuelve a perderse en sus ojos, toda la confianza ganada se desmoronará en un segundo. Se dirige a un armario y saca una taza. Después, la leche de la nevera. Aroa se pasea delante de Víctor, pero él no se inmuta y continúa mirándola. La situación le parece divertida y, sin poderlo evitar, una pequeña carcajada se escapa de su boca. De pronto, se coloca tras Aroa y le posa las manos en la cadera. Ella ahoga un gritito, terriblemente sorprendida.
-¿A qué juegas ahora, Aroa?-Víctor le susurra al oído y ella tiembla cuando su voz acaricia su cuello.-Deja de comportarte como una niña y mira a la mesa. Ya tienes el desayuno preparado.
En un segundo, Víctor se aparta, sonriendo pícaramente y Aroa se queda allí, paralizada, inmunizada ante su contacto, incapaz de mover un solo músculo y con un palpitante ardor en sus mejillas. Víctor le había preparado el desayuno y ella no se había dado ni cuenta.
-Lo siento.-Aroa musita, con un hilo de voz y se dirige a la mesa, evitando el contacto visual. Víctor le agarra del brazo suavemente y le hace retroceder hasta que quedan cara a cara. Él le agarra suavemente el mentón, levantándole la cabeza y ella suspira mirándole a la cara. Aroa tiene los ojos rojos y llorosos, y en este momento, está a punto de derramar una lágrima.
-No llores más, preciosa, por favor. Mira, hagamos una cosa, empecemos de nuevo. Tú y yo.-En la cara de Víctor comienza a nacer una pequeña sonrisa esperanzadora y a ella se le escapa una lágrima rebelde que él rápidamente le seca con un dedo suavemente.
-¿Qué podemos hacer, Víctor?-Le pregunta ella con la voz rota. A él se le parte el corazón. No soporta verla así y menos tras hacerse la promesa de que nunca más volvería a dejar que sufriera. No si él puede evitarlo.
-Mira, es muy sencillo. Podríamos empezar así...Hola, ¿qué tal? Encantado.-Víctor le agarra una de las pequeñas manos de Aroa y la estrecha entre las suyas. Aroa suelta una carcajada ante su gesto exagerado y él se le queda mirando un buen rato, con una sonrisa de lado.
-¿Qué pasa?-Aroa para de reír y le observa, ladeando la cabeza.
-Eres preciosa, Aroa.-Ella enrojece e intenta apartar la mirada, cohibida, pero él lo evita y la agarra del mentón nuevamente. Le acerca hacia él y la estrecha entre tus brazos. Ella se estremece, terriblemente sorprendida al encontrarse de nuevo allí y cierra los ojos, abandonándose a él.-No me dejes, por favor.
Aroa siente de nuevo ganas de llorar. No comprende ese cambio de actitud en él. Creía que estaría enfadado. Pero, una vez más, él no dejaba de sorprenderla. Víctor la aparta un segundo y la mira de nuevo a los ojos, esta vez, con un brillo especialmente intenso.
-Mira, en octubre empiezo la universidad. Dame tiempo. Solo te pido eso. Si consigo arreglar algunos asuntos que me quedan, podría irme a vivir a Nueva York y estudiar allí. Además, ya sabes que para mí, el idioma no sería ningún problema.
Aroa le mira con expresión encandilada. Está realmente guapo. El pelo está cuidadosamente despeinado y sus ojos aún algo adormilados relucen de ilusión. Su sonrisa se amplía aún más cuando ella, casi sin pensarlo, suelta una risita. Lo cierto es que le encantaría poder estar con él y la idea no le disgusta para nada. Pero, una parte de sí misma, rápida como un rayo, le devuelve una cuestión difícil de afrontar. Después de todo lo que le ha sucedido, ¿realmente puede confiar en él? ¿No se le pasarían las ganas o, simplemente sería mentira todo lo que ha dicho para seguir con ella?
Víctor le mira y le besa la frente, revolviéndole ligeramente el pelo. Con una mano le rodea la cabeza y la aproxima más a él. De pronto, sonríe, como si hubiese adivinado lo que le ronda a Aroa por la cabeza.
-Confía en mí, Aroa. No te voy a fallar. Ya no. Nunca más.
Y por una vez, Aroa quería abandonarse a esa idea y hacerle caso a la poca esperanza y optimismo que le quedaba. Sí, necesitaba aferrarse a que, por una única vez, todo saldría bien...

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